
Los críticos que niegan a Leonardo la paternidad de este cuadro señalan como princpales defectos la insusez de los cintillos y del collar y, sobre todo, el escaso efecto rotatorio de la figura en relación con la de La dama del armiño por ejemplo. Con respecto a Keneth Clark, recuerda que "en la escuela milanesa existía una poderosa tradición según la cual en el retrato se trataba el vestido y las joyas con una rigidez casi heráldica; y algunos detalles de la Belle Ferronière, sobre todo los lazos de los hombros, son de un estilo muy parecido al de Leonardo". El perfecto conocimiento de la estructura del rostro y la belleza de su modelado sólo pueden ser atribuibles en esas fechas a un ya maduro Da Vinci. Aunque el efecto rotaroio no sea tan pronunciado como en La dama del armiño, aquí está determinado por el suave giro de la cabeza respecto de la posición del cuerpo y por la sugestiva mirada que evita la del espectador y lo induce a desplazarse a la derecha para encontrarla. La mirada se clava en un punto determinado fuera del cuadro y no parece que ese punto sea una persona, ni el pintor ni su amante, sino un recuerdo o un deseo que transmite ese halo de misterio que tiene el retrato.


